El vino derramado, las treguas.
Los puntos de luz que la persiana
dibujó sobre tu espalda.
Las mentiras
que no llegamos a regalarnos.
La ausencia de implicaciones,
de consecuencias,
de daños tardíos.
La ropa y las guitarras por el suelo,
las intenciones por todas partes.
La confusión, los nudos, la memoria.
La aparente muerte de lo simple.
No escuchar para no creer,
no creer para no sentir,
no sentir para mantener el pacto con la soledad.
La victoria de la cobardía.
Los pasos hacia atrás
que me trajeron hasta aquí.
"Te llamaré uno de estos días".
Nuestra despedida.
Verte de nuevo, saber de ti.
Las mañanas que llegaron tras tu marcha,
las noches que no volvieron nunca.
La férrea seguridad de todo lo que un día
inevitáblemente daré por perdido.
La fragilidad
que se esconde tras las entretelas.
Tu siempre recordada honestidad.
El sano modo
en que después te eché de menos.
Tu canción inacabada sobre la mesa.
Mi torpeza.
Tú.
[ D.G. ]
La torpeza del escapista
martes, 24 de febrero de 2009
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Sin dueño (Tino Pertierra)
jueves, 12 de febrero de 2009
Adriana: «Me gustan los cazadores de sueños que se arropan con palabras para no quedarse expuestos a la intemperie de los días que llegan agotados a la noche. Me gustan las personas que no renuncian a hurgar en sus heridas para encontrar en ellas la sal de la vida, que da sentido a las sensibilidades comunes. Me gustan los seres que no se conforman con cruzar por su existencia de puntillas, sin llamar la atención sobre las cosas que realmente importan, y que muchas veces se confunden con la irrealidad. Me gustan los pasajeros sin billete marcado que se suben a los trenes sin mirar el punto de destino, sin bajarse en las estaciones donde las promesas se confunden con las renuncias. Me gustan quienes escriben torcido para que se entiendan sus renglones secretos, sin pagar el peaje de lo obvio ni caer en la trampa de la rutina más cómoda, más fofa por exceso de grasas convencionales. Me gustan los que imaginan que sueñan para soñar lo que imaginan, los cautivos de su propia libertad que amplían las prisiones de los demás con sus deberes y haceres, y me gustan esos locos con cuerda para rato que buscan respuestas sin conocer las preguntas, que asumen como algo inevitable y hermoso que los tesoros más valiosos no están enterrados en islas perdidas sino a la vista de todos, al alcance de una caricia, en el territorio de las intimidades que se cobijan bajo el susurro y escapan de los gritos. Me gustan los exploradores de su propio desierto en busca de espejismos donde reflejarse, donde reencontrarse, donde contarse. Me gustan esos supervivientes capaces de convertir ruinas en un hogar para los sentidos, en un refugio para los sentimientos, en una conjura de placeres sin cuento, de cantos al placer. Me gustan los que inventan el mundo cada día y por la noche lo esconden para protegerlo de las termitas del tiempo. Me gustan los que construyen belleza incluso desde la desolación, lanzados al abismo del misterio que renuncia a ser comprendido, con el alma agazapada dentro de una lámpara maravillosa que ilumina deseos compartidos y arrebata a las sombras su poder para convertirlas en luces sin dueño».
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Soledades...
sábado, 7 de febrero de 2009
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