Dámaso: «Nos pasamos media noche hablando sobre la película "Orgullo y prejuicio" porque era una de nuestras favoritas y, sobre todo, esa escena en la que Keira Knightley y un actor cuyo nombre ninguno de los dos recordábamos bailan y hablan, y de repente el resto de bailarines desaparece como por arte de magia y se quedan ellos dos solos bailando, bailando sin nadie que los moleste, bailando dentro de una ensoñación que los convierte en únicos exploradores de un universo construido para ellos en ese preciso momento, y de esa complicidad con una película especial pasamos a compartir gustos y regustos en música y libros y pintura y paisajes, hasta que nos dimos cuenta de que por la ventana del hotel se colaba el amanecer y ya no teníamos tiempo, ni deseos, de hacer aquello que nos había llevado a irnos de la fiesta en la que su hermano Álex nos había presentado, el mismo hermano que me había advertido que tenía una hermana extraña, o especial, con mucho orgullo y gustos raros, o especiales, que no congeniaba con casi nadie y que aguantaba muy poco junto a sus pretendientes, abundantes porque era una chica de belleza diferente, especial, que no llamaba la atención a primera vista, pero que al estar en contacto más próximo y duradero desvelaba una armonía de rasgos y un misterio en la mirada capaces de desorientar y fustigar y enardecer al hombre más sereno.
Fue un acuerdo mutuo y silente. Nos fuimos del hotel sin tocarnos y sabiendo que no volveríamos a vernos. Sabiendo que nunca nos olvidaríamos porque durante esa madrugada de sensaciones sólo habitadas por palabras tuvimos claro que estábamos hechos el uno para el otro, y que no permitiríamos que el tiempo acabara destruyendo esa ilusión».
Fue un acuerdo mutuo y silente. Nos fuimos del hotel sin tocarnos y sabiendo que no volveríamos a vernos. Sabiendo que nunca nos olvidaríamos porque durante esa madrugada de sensaciones sólo habitadas por palabras tuvimos claro que estábamos hechos el uno para el otro, y que no permitiríamos que el tiempo acabara destruyendo esa ilusión».
[ Artículo de Tino pertierra extraído de www.lne.es ]
7 alma/s en esta ciudad:
Este artículo me ha recordado una ocasión en que después de un año de compartir cenas y cafés, en la última noche de mi estancia en un pais, un amigo y yo nos pasamos hablando toda la noche, conversación en la que nos redescubrimos mutuamente. Hasta la llegada de mi taxi para el aeropuerto. Palabras y lágrimas fue lo único y último que compartimos aquella noche, y allí acabó una etapa.
He vuelto a ese pais 7 años después. Él ya no estaba. Yo ya no estaba.
Nunca olvidaré el poder y el misterio de la última noche.
Bonito sitio
Q artículo tan bonito! :) Gracias por firmar, aunque no sé que hay que felicitar de mi blog, si es perrísimo! Jajaja
Un beso! :)
pasaba por aquí a saludarte..k tal??mucho frío por el Norte??ya estamos casi en Navidad...
Por cierto, a ver si te puedes pasar por mi blog y votarme..he participado en el concurso ese de "365 días en menos de 365 palabras".
saludos!!
Esas situaciones tan mágicas en las que la complicidad y las risas dan cuerda a las manecillas del reloj, hacen que disfrutes de este gran regalo que es vivir...
Es un artículo muy bueno, creo que todos hemos podido vivir alguna vez esa experiencia...o quizá yo me sienta afortunada...pero ver amanecer por la ventana mientras descorchas otra botella de vino y sigues llenando la mochila de casualidades y afinidades....
Besitos de frío!!
Venía a saludar..:)
Un beso
Gracias. No me conoces y no tienes ni idea de los recuerdos que me has despertado con este texto. No me conoces y no te imaginas lo identificada que acabo de sentirme. (obviamente, no en lo de la belleza, pero yo ya me entiendo).
Gracias, de verdad.
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