De ese modo consiguió librarse en poco tiempo de su mujer, su hijo, su madre y su padre. Lo único que le quedó de todos ellos fue el miedo a las mujeres. Las deseaba, pero les tenía miedo. Entre el miedo y el deseo no tenía más remedio que buscar una especie de compromiso; lo denominaba "amistad erótica". A sus amantes les decía: sólo una relación no sentimental, en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro, puede hacer felices a los dos. Quería tener la seguridad de que la amistad erótica nunca llegaría a convertirse en la agresividad del amor, y por eso mantenía largas pausas entre los encuentros con cada una de sus amantes. Estaba convencido de que éste era un método perfecto y lo propagaba entre sus amigos: "Hay que mantener la regla del número tres. Es posible ver a una mujer varias veces seguidas, pero en tal caso no más de tres veces. También es posible mantener una relación durante años, pero con la condición de que entre cada encuentro pasen al menos tres semanas".
Este sistema le daba a Tomás la posibilidad de no separarse de sus amantes permanentes, teniendo al mismo tiempo una considerable cantidad de amantes pasajeras. No siempre encontraba comprensión. La que mejor le entendía de todas sus amigas era Sabina. Era una pintora. Le decía: "Te quiero porque eres el polo opuesto al kitsch. En el reino del kitsch serías un monstruo. No hay ninguna película rusa o americana en la que pudieras existir más que como ejemplo de maldad".
A ella acudió cuando necesitó encontrar un empleo en Praga para Teresa. Tal como lo exigían las reglas tácitas de la amistad erótica, Sabina le prometió que haría lo posible y, en efecto, pronto encontró un puesto en el laboratorio fotográfico de un semanario. El puesto no requería preparación especial, sin embargo elevó a Teresa del status de camarera al del gremio de la prensa. Ella misma acompañó a Teresa a la redacción, mientras Tomás decía para sus adentros que jamás había tenido una amiga mejor que Sabina. El acuerdo tácito sobre la amistad erótica presuponía que Tomás dejaba el amor fuera de su vida. En cuanto incumpliese esta condición, sus demás amantes se encontrarían en una posición secundaria y se rebelarían. Por eso buscó para Teresa un piso de alquiler al que ella tuvo que llevar su pesada maleta. Quería velar por ella, defenderla, disfrutar de su presencia, pero no sentía necesidad de cambiar su estilo de vida. Por eso no quería que se supiera que Teresa dormía en su casa. Dormir juntos era, en realidad, el corpus delicti del amor.
Nunca dormía con las demás amantes. Cuando iba a verlas a sus casas, la cuestión era sencilla, podía irse cuando quería. Peor era cuando ellas estaban en casa de él y había que explicarles que a medianoche debía llevarlas a sus casas porque tenía problemas de insomnio y era incapaz de dormir en la inmediata proximidad de otra persona. Aquello no estaba muy lejos de la verdad, pero la causa principal era peor y no se atrevía a contársela: en el mismo momento en que terminaba el acto amoroso sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse en medio de la noche junto a una persona extraña le desagradaba; levantarse por la mañana junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas de que nadie oyese cómo se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno para dos no le atraía.
La insoportable levedad del ser. [Milan Kundera]
Tomás y Teresa
jueves, 7 de agosto de 2008
Publicado por almayciudad en 13:48
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8 alma/s en esta ciudad:
A la pucha... Esto me hizo recordar a mi... No se porque, muy loco... La verdad que el texto que posteaste esta barbaro. Muy buen blog...
Saludos!
Si queres pasate por mi blog...
ChaPa ((( 22 )))
No he leído este libro, pero voy a pensar en comprármelo. Al final resulta que todos los amantes ocasionales son iguales. Besos.
Hace mucho que no paso por acá, pero tengo que decir que ese libro es GENIAL. Ahí fue cuando me enamoré de la redacción de Kundera
saludos :)
A mi simple entender, creo que éste es uno de los libros que han de ser leídos en un momento u otro. Yo disfruté con todas sus páginas, y así lo escribí en mi blog.
Gracias por el extracto que nos has dejado aquí :-)
Un abrazo (que si no se me acaban :-p)
No sé si se me echarán encima por decir esto, pero a mí este libro no me gustó nada. Sin embargo, a todo el mundo que conozco y lo ha leído, le encanta. No sé... quizás deba darle otra oportunidad....
Un beso
vaya!! acabé de leerlo hace unos días y... estoy de acuerdo con mi tocaya, a mí tampoco me gustó mucho, sorry!
un abrazo
(por cierto, me encantó "lugares comunes")
Hola
Hoy es el día de reencontrarme con antiguas lecturas. Tendría que releer a Milan Kundera. Después de descubrir La insoportable levedad del ser, no pude por menos que adentrarme en otro de sus libros "La broma", "La inmortalidad", "El libro de los amores ridículos"... me gusta su manera de escribir. Aunque algo compleja en sus últimos libros.
Volveré a este rincón de tu ciudad.
En esta nebulosa del espacio virtual, obra de la casualidad te encuentras en el camino almas con las que compartes aficiones, el cine de Isabel Coixet, Antonio Vega, Pablo Neruda, Milan Kundera, Javier Marías...me encantan las coincidencias.
Un saludo desde el sur.
Fantástico libro... Veo que tenemos gustos comunes, prometo ser un alma en tus cuidades.
Me alegra que te guste mi foto, un saludo!
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